Tuve una vida intensa. Viví,
amé, odié, reí, lloré, rompí algún corazón y también rompieron el mío. Lo
normal en cuarenta años de vida. Mi muerte fue estúpida: un resbalón en la
ducha y todo se acabó. Eso sí, aún muerta estaba guapísima, al menos no tuve que
pasar por la amargura de la vejez.
Ahora resulta difícil
adaptarme a mi nueva vida. Soy una planta y ni siquiera sé cuál, los que me
riegan no se ponen de acuerdo. Qué ganas de que llegue el lunes a las ocho de
la mañana y volver a oír los cotilleos, las intrigas de los trepas, los gritos
del jefe, los teléfonos sonando, los curritos estresados intentando llegar a la
fecha límite…
“Tuve una vida intensa. Viví, amé, odié, reí, lloré, rompí algún corazón y también rompieron el mío.” No todo el mundo puede decir lo mismo.
ResponderEliminarTambién en la vida, como en otros ámbitos, prima la calidad sobre la cantidad. No importa el Tiempo, sino vivir con plenitud los distintos tiempos. Y si encima tienes la oportunidad de tener otra vida... Un buen relato, Alais.
Besos y un fuerte abrazo.
El micro mejora muchísimo con tu comentario, como siempre tan acertado. No sé si la protagonista está muy contenta con su segunda oportunidad, quizá debería verlo desde tu perspectiva.
ResponderEliminarGracias, Mari Carmen.
Un beso.