De pequeña tenía un desván al que subía
sigilosamente, donde encontraba todo tipo de objetos que se convertían en
tesoros.
De mayor, en su desván no conocido por nadie,
guardaba todo lo que no le servía, trastos viejos que acumulaban polvo e
historias pasadas.
De niña, en la buhardilla de la abuela se
disfrazaba con trajes antiguos, jugaba con muñecas rotas y hacía viajes lejanos
a su mundo de fantasía.
De adulta, en aquel rincón de su cabeza guardaba
rencores añejos, desengaños varios y una colección de fracasos embotellados.
En aquellos tiempos, al salir echaba las llaves.
En el presente, también.
En el presente, también.